domingo, 22 de junio de 2025

HABITACIÓN 403

 - ¿Qué ha dicho el doctor? - preguntó el hombre, que frisaba los cincuenta, entrando en la habitación en la que dos camas se encontraban ocupadas por dos hombres, uno  anciano y otro de unos veinte años menos,  ambos con goteros.

- La evolución es buena, pero lenta. Aún tendrá que permanecer unos días más hospitalizado - respondió la mujer interpelada - ¿Que te ha dicho de tu padre?

- Parecido. Seguirá aquí unos días, hasta que puedan darle el alta con garantías. Parece que no quieren un segundo reingreso - contestó con una entonación que no podía ocultar el cansancio, a pesar de su voz grave. 

-  Habrá que armarse de paciencia - alego ella, a modo de colofón. - Mira, están dormidos. Parece que la visita del doctor ha actuado como un analgésico.

- Creo que voy a aprovechar para bajar a la cafetería del hospital a tomar algo. ¿Te apuntas? - preguntó el recien ingresado en la habitación.

- ¡Gracias! Creo que te voy a acompañar, Pablo. Me vendrá bien despejarme un poco, aunque para ello deba tomar ese brebaje insufrible que en este lugar sirven bajo el nombre de café - acepto ella.

Ambos se encaminaron al ascensor, ella tras coger su bolso y asegurarse de llevar su móvil, para acceder hasta la planta baja, donde se encontraba ese lugar que durante estos últimos días les había servido para comer, cenar o, como en este caso, tomarse un café, siempre, con la excepción de esta ocasión, cada uno por su cuenta. Tras casi una semana coincidiendo, y casi conviviendo en ocasiones, en la habitación donde se encontraban hospitalizados el marido de ella y el padre de él, por primera vez habían decidido compartir un ratito de desahogo o desconexión lejos de los dos enfermos, que seguían durmiendo en la 403 del bloque C.  

Eso no impedía que en las esperas en el pasillo de la cuarta planta del bloque C, bien porque debían limpiar la habitación, asear o cambiar a los enfermos o por cualquier otra cuestión, no se hubiesen producido conversaciones entre ellos, donde habían descrito sus respectivas situaciones vitales a su  interlocutor. "Dos islas perdidas", dijo Gema cuando escuchó la narración, más o menos detallada, de los últimos quince años de la vida de Pablo. Y él pensó, aunque se guardó mucho de manifestarlo en voz alta, que tendría una gran suerte la persona que llegase a formar un archipiélago con ella. 

Después de pedir dos cafés con hielo, cualquier cosa para mitigar el sabor de ese mejunje resultaba válida, se sentaron en una mesa al lado de un ventanal, cuyas vistas terminaban unos ocho o diez metros más allá,  donde arrancaba uno de los edificios, el bloque A, del hospital. A ninguno de los dos pareció importarles mucho esa limitación paisajística, pues ella comenzó a hablar y él parecía escuchar con toda la atención que no tuvo durante su época de estudiante de secundaria. 

- Esto resulta duro. Tantos días aquí. Los hijos lejos, con su vida hecha y sus obligaciones. Hace tiempo desistieron de venir. Los ingresos de Fidel en los últimos diez, doce años resultan frecuentes y ellos no pueden, ni deben, hacerse cada poco ochocientos km en el caso de uno y más de  dos mil quinientas en el caso de la otra cuatro, cinco o  seis veces al año, como poco. Estoy agotada, Pablo - contó ella, acompañando las palabras con un gesto con las manos, que servía para reafirmarse en su cansancio casi eterno. 

- No sé muy bien que decir, Gema. Entiendo ese sentimiento de cansancio, pero, sobre todo, el de soledad ante esta situación repetitiva, que te lleva a enfocarte en el otro, olvidándose de uno mismo. Por momentos aparece la sensación de que la vida se escapa entre los dedos, sin dejarte elegir aquello que deseas hacer. Comprendo lo que vives, mi padre, como sabes, ha estado hospitalizado unas cuantas veces los últimos tres o cuatro años y resulta demoledor, y más estando solo en este trance, como nos ocurre a nosotros - concluyó mirando a los ojos cansados de color verde de ella.

- Sabes, durante muchos años la vida con Fidel solo puede calificarse como buena o muy buena, depende de las temporadas. Él tiene dieciséis años más que yo y gracias a ello me enseñó muchas cosas de la vida y, sobre todo, viví muy bien a su lado. Viajes continuos, buenos hoteles y grandes restuarantes, ropa de calidad... Todo lo que alguien, sin distinción de sexo, puede desear. A cambio de ello renuncié a mi vida profesional, pero tuve la suerte, y en ocasiones la  preocupación, de ver crecer a mis dos hijos y criarlos yo, sin intermediarios. Sin embargo, ahora, la larga enfermedad de Fidel, que cada vez agrava más su capacidad de raciocinio, y la distancia a la que se encuentran mis hijos, me han dejado en una situación de soledad, en la que tengo la compañía de mi marido en cuerpo, pero no en alma. Esa persona de la que me enamoré hace muchos años se encuentra en un lugar lejano, irrecuperable y ahora convivo con alguien distinto, surgido de una enfermedad que ha carcomido su esencia. A veces me pregunto si cuando le llamo por su nombre y me responde  hablo con la misma persona que conocí y con la que tantos recuerdos maravillosos tengo.

- Resulta todo demasiado complicado. La soledad, la exigencia continua,  la imposibilidad de ser uno mismo, de realizarse, aunque sea mínimante - reflexionó Pablo. 

- Cierto. Tú no tienes pareja en estos momentos y yo, aunque tengo a mi marido cerca, siento un vacío que me empuja a una sima sin salida. Todos los problemas los hemos de asumir en soledad, gastando unas energías y un tiempo que comienzan a mostrar sus límites a nuestras edades - argumentó ella. - Yo aún necesito vivir, disfrutar, sentir...

- Te comprendo perfectamente. Una mujer atractiva, culta y agradable como tú no creo que tuviese problemas para ello en otras circunstancias, pero... El sentimiento de responsabilidad, del deber hacia otras personas nos sumerge en un laberinto del que sólo el final de la otra persona puede sacarnos medianamente indemnes. Pero mientras el tiempo se acaba y los sentimientos, los deseos, las necesidades se diluyen, despersonalizándonos un poco más aún - dijo él. 

-  Cierto - dijo ella, mientras miraba con detenimiento los rasgos de la cara del hombre que se encontraba enfrente, lo que la permitió constatar algo que ya sabía, pero que no se había detenido a considerar: ese tipo, de voz grave, y en ocasiones un poco alocado, le resultaba muy atractivo. Le hubiese gustado que las circunstancias distasen mucho de las que les había llevado a establecer un vínculo de complicidad ante la situación que estaban viviendo, pero las circunstancias no podían cambiarse.

- Me gustas mucho - comentó con su voz profunda y a la vez cautivadora. - Espero que no consideres que me aprovecho de tus circunstancias de debilidad o de la necesidad de alguien que te arrope. No es cierto. Simplemente has conseguido encender dentro de mí algo que llevaba bastante tiempo extinguido por completo.

- No sé que decir. Por un lado me resulta halagador. El hecho de sentirme importante para alguien, para ti, me genera una maravillosa sensación. Pero, por otra parte, como has dicho, la obligación, el deber me produce... - respondió Gema mientras con sus hombros generaba un mensaje de incertidumbre, de duda.

- Resulta curioso, que te muestres como alguien pasivo, que recibe halagos y que se debe a otra persona, obviando lo que sientes - razonó Pablo.

- Me gustas. Me resultas atractivo. ¿Eso es lo que quieres escuchar? - contestó. - Pero no es el momento.

- ¿Por qué? - preguntó, con una firmeza que sorprendió a ambos.

- Ya te respondí antes: por el deber - explicó escuetamente. 

- ¿Y el deber hacia ti? - repuso él.

Ella se limitó a volverse a encogerse de hombros.

- Intentémoslo. ¿Qué podemos perder? - propuso mientras cogía las manos de Gema.

- Tengo tantas dudas, tantos miedos y, sobre todo, tendría tantos remordimientos por dejar a Fidel en esa situación - argumentó sin soltar las manos que él le había ofrecido.

- Yo en tu lugar también las tendría. Egoístamente solo te puede decir que dejes decidir a tu corazón, a tu necesidad o a ambos - contestó. - Nunca pensé que de mi boca saliese esto, ni tan siquiera me planteé que podría decirlo, pero me alegro de que, por enésima vez, mi padre fuera hospitalizado; de otra manera jamás te hubiese conocido. No sé si para ti posee algún sentido lo que acabo de decir, pero para mí resulta algo así como la luz que anuncia el final del tunel. 

- La luz que anuncia el final del tunel - repitió ella. - ¿Y si después acaba la vía y nos espera el  abismo?

- ¿Un abismo como en el que nos encontramos ahora? - argumentó Pablo. 

- ¿Y Fidel? ¿Qué pasará con Fidel? - respondió Gema.

- No soy yo quien debe responder a esa pregunta. Pero, me dijiste que la decisión de internarle en una residencia la tenías tomada desde hace tiempo y que sólo te quedaba por dar el paso, el más duro, de decidirte por una. Tú no puedes cuidar de él como lo harán en un buen geriátrico. Su situación cognitiva muy deteriorada. Sus olvidos, incluso a veces de tu nombre. Sus respuestas, en ocasiones violentas cuando se siente perdido. Sus caídas frecuentes, debido a la torpeza motriz que  la enfermedad le causa. Necesita un tipo de atención muy específica que tú no le puede proporcionar y lo sabes - adujo con voz pausada. - Además, siempre podrás visitarlo en esa residencia y ayudarle en lo que necesite. Su patología seguirá un proceso que llevará a Fidel a no reconocerte y, probablemente, a acabar encamado. Lo siento, suena duro, pero no he dicho nada que no hayas pensado tú.

- Lo sé - contestó, acompañando las palabras con un gesto de asentimiento con la cabeza. Un gesto que parecía abrir la puerta a una realidad necesaria y tantas veces aplazada por ese sentimiento del deber, por una fidelidad mal entendida y, por qué no decirlo, por un miedo a qué va a ocurrir cuando en la casa sólo resida ella. Sólo su voz y las sombras de los recuerdos plagados de ausencias. 

- Siento algo por ti. Algo muy poderoso, que me hace desear venir a este jodido hospital todas las mañanas. Vamos a intentarlo - dijo sin dudar.

- ¿Qué pensarías si fuese a ti a quién abandonara, en vez de a Fidel? -  preguntó 

- Obviamente, no me gustaría. No te puedo contestar otra cosa. Pero en este asunto soy Pablo, que sólo aspira a que la persona que ama, tú, le corresponda. En las relaciones siempre hay vencedores y vencido, que, a veces,  en función de las circunstancias son los mismos. Intuyo que, decidas  lo que decidas, siempre  vas a perder de alguna manera - reflexionó. - Si me rechazas te reprocharás no haberte dado una oportunidad. Si me aceptas, sentirás, al menos al principio, que has dejado al hombre con el que has compartido experiencias, hijos... en una residencia, mientras tú disfrutas de la vida.

- Lo has descrito perfectamente.

- Creo que deberías tomar una decisión que suponga el menor daño para ti - argumentó.

Ella calló en su turno de respuesta. Tras unos segundos de duda se limitó a acercar sus labios a los de él y le dio un beso fugaz.

domingo, 15 de junio de 2025

HABLEMOS, INCLUSO DE EDUCACIÓN (II)

En la entrada anterior comentamos la importancia del entorno para el adecuado desarrollo del alumno. Obvié hablar de aspectos como la adolescencia y, en ocasiones, sus consecuencias en la motivación del alumno hacia todo lo referido a la Educación. De igual manera, no me adentré en cuestiones como el absentismo escolar, que, por experiencia personal, sé que en determinados colectivos constituye una constante. por no alargar en demasía  la entrada. No constituyendo, hoy tampoco, el objetivo de este post.

El tema que abordaré en esta ocasión es uno que a muchos profesionales de la Educación nos preocupa: el sobrediagnóstico.

¿Qué entiendo por sobrediagnósitico? Este concepto hace  referencia al gran número de niños, alumnos, que tienen un diagnóstico,  recogido en el manual diagnóstico y estadístico DSM-5, realizado por un profesional. Hasta aquí todo normal, pues todo se rige por unos patrones iguales para todos. Pues sí, pero no. Para explicarlo voy a contar una breve historia personal.

Hace unas semanas mi padre ingresó en un hospital con una más que posible neumonía, pero, el médico me dijo que tenían que realizar un cultivo para determinar que bactería lo había provocado y asegurarse. En efecto, tras realizar un cultivo, tuvieron la certeza objetiva de que un neumococo había causado la enfermedad. ¿Y esa misma certeza objetiva no ocurre en cuando los profesionales utilizan el DSM-5?  Pues, desgraciadamente, no. Puedo contar casos de alumnos diagnosticados por distintos profesionales de manera diferente ante un mismo hecho. El de profesionales de la medicina o de la psicología cuyo índice de alumnos con TDAH diagnosticados es asombrósamente alto (recuerdo uno en un curso al que acudí que alardeaba de ser el segundo profesional de la sanidad que más casos de TDAH diagnosticaba y tras asistir a sus charlas no me extrañó). De igual manera es vox populi el elevado número de alumnos que son considerados niños con trastorno del espectro autista. Uno recuerda a Ángel Rivière, que en paz descanse, hablando del continuum que suponía el autismo, pero para algunos no se trata de un continuum, más bien lo han convertido en un totum revolutum. 

Tal vez cuando Leo Kanner, a mediados del siglo pasado, hizo referencia, por primera vez en la historia, a unas personas con unas características determinadas, autistas, apuntó a unos conceptos rígidos y a un tipo de patología severa, pero de ahí a lo de ahora hay un tramo muy extenso.

¡Ojo! No estoy diciendo que no existan personas con TDAH, TEA o cualquier otra patología, lo que defiendo es que al no existir una prueba objetiva, alguien puede diagnosticar a un niño con un TEA y otro profesional pueda decir que, por el momento, sólo puede considerar que tiene un retraso en la adquisición del habla. 

Hasta aquí la exposición de un hecho, pero no su explicación, que resulta crucial para compernder y abordar el problema. Así, a vuelapluma, se me ocurren tres causas fundamentales, que no resultan excluyentes:

- Considerar al individuo como un ente aislado.

- La necesidad de diagnóstico a toda costa por parte de algunos profesionales.

- Cuestión económica.

El primer apartado puede retrotaernos a la entrada anterior si tenemos en consideración la importancia del entorno, de la familia, en especial a tempranas edades. Para ilustrarlo voy a utilizar un ejemplo.

Imagine el lector que una persona anciana que vive en una residencia ingresa 4 o 5 veces con neumonía en un hospital en un período de tiempo breve, pongamos tres meses. Los médicos se pueden plantear que ocurre en el organismo de esa persona para infectarse continuamente y hacer un estudio  exhaustivo al paciente o también pueden considerar que en el lugar donde vive esa persona hay un problema que lleva a ese paciente a ingresar en el hospital con frecuencia. Una hipótesis no invalida a la otra; solo se trata de buscar una respuesta a un hecho. Pues bien, una parte de los profesionales que diagnostican a nuestros niños optan por la primera hipótesis: el estudio exhaustivo del paciente. Lo cual, de manera impepinable, conlleva poner una etiqueta, dar un diagnóstico. 

¿Cambia esto algo? Por lo general, no. Al contrario, pone una etiqueta al niño, que, en muchos casos, no le va a favorecer. Y, por mi experiencia, la medicación, en un número significativo de niños, pasado el momento incial, no varía la conducta de estos niños, en especial los que tienen ciertas caracaterísticas. 

 ¿Cambia el entorno del niño, que con ciera frecuencia es el generador de ese tipo de problemas o el acrecentador de los mismos? Misma respuesta: por lo general, no. Es más ese entorno ya puede tener, no digo que sea siempre, ni mucho menos, una excusa para no variar nada, porque es una cosa interna del niño.

Por supuesto, existen profesionales que, casualmente, detectan en un gran porcentaje de los niños que pasan por sus manos algún trastorno, por lo general, siempre el mismo, y que arrastran una cierta fama entre los profesionales de la  Educación de la zona. Por ejemplo uno que conocí en un curso sobre niños e hiperactividad, impartido por el mismo, que alardeaba de ser uno de los profesionales que más niños había diagnosticado de TDAH en España, se encontraba, según el, en el podio (no voy a decir en qué lugar, por no dar más pistas), ejerciendo su labor en una localidad que no se encuentra entre las 35 ciudades más pobladas de España. Podría poner algún otro ejemplo, pero este, por ilustrativo y porque sé que entre sus propios compañeros médicos, algunos con la misma especialidad, tiene una fama horrible, resulta suficiente.

Sobre el último punto: la cuestión económica reflejar que se mueve mucho dinero en este mundo. Desde laboratorios farmacéuticos, que venden mucho metilfedinato, por ejemplo, bajo ciertos nombres comerciales, hasta, por lo que yo veo en mi entorno próximo, profesionales ajenos al sistema educativo y al sistema público, que tienen ahí un nicho de trabajo, en  muchas ocasiones pagados con las becas anuales del MEC de ayuda a los niños con NEE, y que, en ocasiones, realizan una labor que poco o nada ayuda a que haya una línea única de trabajo con el niño, creando incluso tensiones con los centros educativos. Me viene una anécdota a ese respecto sobre un centro de estudios cuyo diagnósticos defienden que si en un test tiene problemas en algún aspecto, lo relaciona con un áreas cerebral y su mal funcionamiento. Así, sin TAC, resonancias ni na de na. Por mis coj... morenos. 

Uno recuerda cuando empezó a estudiar Magisterio y cuando comencé Psicopedagogía, lo diferente que veían dos profesionales un mismo problema. Cuando yo comencé a formarme como maestro existía, y existe, una cosa llamada Dificultades de Aprendizaje. En los lejanos 90 se atribuía a algo denomina disfunción cerebral mínima. ¿Qué era eso? Nadie lo sabía, pero hacía que muchos niños, en especial en EEUU, tuvieran que recibir una atención especial.

En el 2000, estudiando Psicopedagogía, ya con experiencia laboral, di con dos grandísimos profesores, Jesús Sánchez y José Orrantia. Éste último nos explicó que esas dificultades de aprendizaje producidas por una disfunción cerebral mínima, se habían convertido, sobre todo en EEUU, en un grandísimo negocio: desde editorial,  tanto de experto como de materiales específicos, como de profesionales y entidades. Lo que demuestra que no hay nada nuevo bajo el Sol.

Me gustaría concluir esta entrada, creo que habrá al menos otra, haciendo referencia a que el diagnóstico clínico no debe ser lo que debe guíar nuestra labor. Como desde principios de la década de los 80, informe Warnock, queda reflejado, lo importante son las necesidades educativas y para intentar dar respuesta a esas necesidades debemos trabajar, con el apoyo de todos los implicados en el proceso: desde la inspección a las familias, pasando por equipos directivos, orientadores, ATEs, PT, AL, tutores, especialistas. Si alguno de los pilares sobre los que se asienta ese trabajo falla, habrá un problema a medio/largo plazo.

Un saludo.


domingo, 1 de junio de 2025

HABLEMOS, INCLUSO DE EDUCACIÓN (I)

 El asunto la Educación resulta complejo, a la par que sencillo, al menos para algunos, posiblemente los que menos conocen el tema.

Comencemos por hablar sobre las reformas educativas. Las manidas reformas legislativas sólo suponen un mayor papeleo para el docente y pocos cambios reales. Tal vez, la única que cambió cosas sustanciales fue la Ley Wert, que, por desgracia, fue un intento de traspasar el sistema estadounidense a nuestro país. Digo por desgracia, porque, como se puede ver en los informes internacionales, no es uno de los mejores en sus etapas iniciales.

Para que nos hagamos una idea de la similitud de las leyes, uno de los aspectos fundamentales, el aprendizaje por competencias, no ha variado en  las últimas tres leyes, entre otras cosas porque viene impuesto desde Europa.

Otra prueba de ello, si usted no se dedica a la docencia puede comprobarlo, la actual ley son correcciones sobre la anterior. Aquí se puede consultar el enlace, publicado en el BOE, donde se puede comprobar que muchos artículos quedan igual o con leves correcciones, a veces lo que cambia es el nombre.

https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2020-17264

Quizás conocer esto evite confusiones como la que tenía un amigo mío, de una determinada tendencia política, que un día que estábamos tomando una cerveza, y le intentaba explicar esto, me preguntó sobre lo que separara a PSOE y PP en el ámbito educativo, además del asunto de la Memoria Histórica. Debo reconocer que, tras el estupor inicial, comprendí lo que hacen los partidos políticos, mejor dicho los medios de comunicación afines, para atraer tropa a las urnas. A unos y  otros sólo les importa el tema educativo para captar votantes, tal vez por eso nunca consultan a los docentes que estamos a pie de obra. 

Una  vez aclarado este punto creo conveniente abordar otro aspecto crucial: el discurso de los ideólogos educativos, que se puede identificar con muchos pedagogos, psicólogos y demás seguidores. Personas que, en su gran mayoría, la última vez que pisaron un aula de Educación Infantil, Primaria o Secundaria fue en los gloriosos tiempos de aquel caudillo lusitano de nombre Viriato. 

La gran mayoría de ellos parten de los postulados de Rousseau, el ser humano siempre es bueno por naturaleza, siendo la sociedad la que le corrompe. Además, en determinadas etapas no se deben enseñar demasiados conocimientos, no siendo que se gripe el cerebro, mostrándose el aprendizaje por descubrimiento como el mejor medio para ir ampliando sus conocimientos. Todo muy bonito sobre el papel, pero, resulta, que como el ginebrino hizo con sus hijos, cuando se trata de llevar a cabo lo que se plantean, ellos se encuentran lejos, haciendo bueno ese refrán castellano que reza: Una cosa es predicar y otra dar trigo.

Además de este "pequeño" defectillo, estos teóricos tienen un segundo fallo, en este caso por omisión. Omiten, quién lo iba a decir, que el propio Rousseau habla de la sociedad como corruptora, esta palabra es de cosecha propia, de los niños. Es decir, el propio filósofo reconoce el papel fundamental que el entorno de los pequeños tiene para ellos y para su desarrollo. ¿Por qué estos tipos no lo suelen reconocer?  Voy a aventurar una respuesta.

Mi hipótesis gira en torno al hecho de que si se empezara a considerar que existen familias que no constituyen el entorno ideal para los niños, y no hablo sólo de lo que  eufemísticamente se denomina familias desestructuradas, parte del chollo de esa gente se iría al garete. La superioridad moral vende, y no exclusivamente para conseguir dinero, también para adquirir estatus, en especial entre una serie de personas de ideal progresista. Sin embargo, este planteamiento falsea la realidad y, sobre todo, hace flaco favor a los niños y, de paso, a los docentes. 

Considerar que lo que ocurre  dentro del aula resulta lo único que se debe valorar retrata a toda un serie de iluminados con despacho, y a sus acólitos, como personajes o bien indocumentados o bien siniestros.

El niño no se deja el cerebro, sus experiencias previas, el estilo de aprendizaje de sus padres, el interés o desinterés  de ellos por él y todo aquello bueno o malo que le afecta en sus hogares; como tampoco lo hacemos los adultos cuando tenemos problemas. Un niño que no recibe atención por parte de los padres, incluso en aspectos tan básicos como la higienes, o que recibe un nivel de exigencias excesivas o que está sobreprotegido y no le han impuesto unas mínimas normas en su casa, por mucho que se trabaje con él, por lo general va a tener problemas en el aula. Algún iluminado repondrá que ese es el trabajo del docente. Pues sí, pero, por supuesto, no. Me explico.

El trabajo del docente radica en que todos los niños aprendan por igual, pero existen variables sobre las que no tienen control, por ejemplo los padres. Y es aquí donde los teóricos de la Educación no quieren saber nada, a pesar, de que defiendan que la primera institución socializadora de la gran mayoría de nosotros es la familia. Y es también aquí donde no admiten un fenómeno que les resulta muy excitante, pero sólo si se aplica a los niños: la diversidad. La igual que existe diversidad dentro de las aulas, también existe diversidad entre las familias, constituyendo algunas de ellas un freno para el completo desarrollo de sus hijos y para llegar a esta conclusión no resulta necesario ejercer la docencia ni tener muchos años de  experiencia como enseñante. 

¿Estoy diciendo que como existen familias que  dificultan que sus hijos consigan alcanzar el máximo no se debe trabajar con esos niños? Al contrario. Lo que intento defender es que la Escuela no constituye un ente cerrado y que, al igual que hay esforzarse por enseñar a los niños, las influencias externas, que deberían apoyar en la labor de crecimiento de los niños a los docentes, a veces resulta crucial. Por ello, resulta trascendental en ciertos casos, no anecdóticos, trabajar con esos padres para incidir sobre sus hábitos negativos y mejorar lo que le ofrecen a sus hijos. Por supuesto, cuando hablo de incidir sobre la conducta de los padres no me refiero a dar una charlita, de esas que dan los gurús, si no a implicar a los Servicios Sociales externos a la Escuela, que, en casos extremos, podrían llegar a poner en conocimiento de un juez de menores la situación  de los niños, para que este adopte, si lo cree oportuno, las medidas necesarias.

Alguien podrá alegar que he ingerido algún tipo de psicotrópico. No es el caso. Pero, con más de treinta años de experiencia docente, no conozco mejor medida. Se ha demostrado que las medidas de los pedagogos no sirven, y no por incapacidad de los docentes (al menos de la gran mayoría), si no por irreales, como la gran mayoría de sus planteamientos educativos. 

No, no se puede cargar todo en el debe del docente, porque este planteamiento sólo sirve para falsear la realidad y porque denota un desconocimiento absoluto de lo que nos mueve a la mayoría de los que nos dedicamos a enseñar. Para nosotros, cuando un alumno aprende es un orgullo, en especial si vemos que al principio presentaba problemas, porque sabemos que nuestro trabajo está bien hecho. Nuestra labor se parece a la del artesano, intentándonos adaptar a las necesidades de los chavales y su éxito es nuestro éxito. Lo siento, sé que esto jode a mucha gente: pedabobos, periodistas que hablan  de Educación sin tener ni idea, personas que consideran que nuestras vacaciones son excesivas, pero sabéis, yo, que me dedico a los niños que tienen más dificultades, cuando consigo que un niño aprenda a leer o que un niño TEA tenga curiosidad por su mundo, me siento la persona más feliz del mundo.

Una parte de los referidos anteriormente, pedabobos, periodistas que van de progresistas y gente que se deja atraer por unos y otros, realizan una labor de zapa enorme contra los alumnos que presentan más problemas y contra la Educación comprensiva (la que quiere que todos los niños aprendan lo mismo, nivelando sus conocimientos y, teóricamente, sus posibilidades en el futuro). Cuando presentan datos sobre el nivel socioeconómico y su relación con el fracaso escolar, siempre culpan a la Escuela, pero nunca al entorno externo. Parece que si son pobres los niños tienen menos apoyo por parte del sistema educativo. Mentira. Más bien al contrario, suelen recibir refuerzos educativos, becas más cuantiosas... ¿Entonces? Entonces volvemos a lo anterior, la diversidad de las familias, sus expectativas, su visión de la vida y de lo prioritario en esto, su capacidad de educar a sus hijos... 

Igual que hacen cuando culpan a los docentes del fracaso escolar, analizando una sola variable del total, cuando hablan de pobreza y de fracaso escolar, optan por una sola variable para explicar todo y eso, querido lector, sólo demuestra una cosa, o dos: los que no quieren abordar el problema en toda su complejidad o bien se enmarcarían en lo que podemos entender como personas siniestras o bien son unos imbéciles o, también plausible, resulta que comparten características de ambas cosas a la vez.

Me estoy alargando en exceso. Quiero abordar otros temas como la farsa de no aprender,  la respuesta institucional al fracaso escolar, el sobrediagnóstico o la mala preparación inicial de los profesionales, pero esto será en la próxima o en las próximas entradas.

Un saludo. 


miércoles, 18 de septiembre de 2024

LA CABINA

Rememoró la escena de La cabina en la que José Luis López Vázquez pide ayuda cuando le trasladan  en un camión dentro de la cabina de teléfonos en la que él está atrapado. Como respuesta a su angustiosa situación los transeúntes responden saludándole y jaleándole, generando una escena kafkiana en la que se mezclaba lo trágico con lo costumbrista. Sin embargo, él distaba mucho de ser el personaje que encarnaba el magnífico actor madrileño.
Cualquiera que le conociese afirmaría que nuestro hombre sólo tiene en común con el protagonista del mediometraje de Mercero un bigote, más acorde a la moda de tiempos pretéritos, algunos dirían que pertenece a una época en blanco y negro, que con las actuales tendencias estéticas. No existen más coincidencias. Sobra decir que nada tiene que ver su existencia con el hilo argumental de la genial obra. Su mundo no se encontraba constreñido al limitado espacio contenido entre unos cristales y una estructura metálica, que conforman un prisma en el que apenas se puede dar un paso; ni, por el momento, a ningún otro lugar acotado por muros, vallas o cualquier otro medio concebido para limitar la movilidad de persona alguna. Sus límites hasta ese momento siempre se han construido en función de sus propios prejuicios, tal vez aprendidos, tal vez generados sin necesidad de ningún aporte externo.
Nació en una familia bien de provincias, siendo el segundo de cuatro hermanos. Recibió una esmerada educación en los Maristas, donde coincidió con buena parte de los hijos de las familias importantes de la capital castellana en la que vivía. En realidad, desconocía si había recibido una buena educación, aunque él siempre había sido un buen estudiante, pero si poseía la certeza de que los contactos que hizo durante esos años de colegio e instituto, de una u otra forma, conformaron una red que le sirvió tanto para recibir favores, que se debían devolver si hubiera ocasión y necesidad, como de darlos, esperando recibir una compensación similar si precisase de ellos.  Todo ello bajo un corsé de apariencias, en las que la sobriedad en palabras y gestos, constituían un sello distintivo que, en cierta manera, servía para justificar ese estatus superior a la media de los habitantes de aquella localidad, capital de provincia, en la que el clasismo suponía algo tan consustancial a sus habitantes como el uso de gruesos abrigos para combatir el frío gélido del invierno.
No tuvo necesidad de abandonar la casa paterna para cursar los estudios universitarios de Economía, superados sin grandes dificultades, que le servirían para ponerse al frente de la empresa familiar, cuando su padre decidiese jubilarse. Aunque el marido de su hermana mayor, tuviese un cargo en la directiva de la compañía el peso de la misma siempre ha de recaer en un Martín de Buruaga,  primer apellido paterno, que llevaba cinco generaciones gestionando los intereses de la corporación familiar. 
Con veintiséis años se casó con Blanca Gutiérrez de Bocos, perteneciente a una familia de la burguesía de su misma ciudad, que. Familia que, como la suya, parecía haber fijado para su hija unos carriles sobre los que discurriría su vida, vinculado todo en torno a unos apellidos, que vertebraban aquello que de casa para afuera ocurría. Cuando se cerraba la puerta del hogar, u otras puertas de otros hogares, no existía esa necesidad de subrayar la pertenencia a una determinada familia y a una clase social que se otorgaba el derecho de representar y copar las diversas instituciones de la ciudad.
Germán, recibió muchas felicitaciones, no sólo por su enlace, sino también por la atractiva mujer con la que iba a compartir sus días, pero, para él, ese aspecto carecía de transcendencia. En realidad su verdadera preocupación era como iba a resultar la convivencia entre ambos, pues las uniones como la suya venían con el marchamo: para toda la vida. 
Todo discurrió por un camino, si no plácido, sí llevadero. Lo único que parecía no cumplir con todo lo previsto por los familias de los esposos resultaba lo más trascendentes para ellos: la descendencia. Parecía que Germán y Blanca no podían o no querían tener hijos, herederos. En las frecuentes reuniones familiares bien los abuelos, bien los padres, o ambos, se encargaban de recordar a la pareja, a veces de manera individual y otras de forma conjunta, lo importante que resultaba tener sucesores para las familias. Ni tan siquiera se molestaban en revestirlo con la necesidad que tienen los abuelos de disfrutar tiempo con los nietos para poner en práctica el macabro plan que no pudieron desarrollar con sus hijos: malcriarlos, dándoles todos los caprichos, defendiéndolos de las regañinas de sus padres y cualquier otra cosa que sus hijos ni imaginaban que podían hacer sus padres.
En algún momento indeterminado y difuso en la memoria, todo cobró un nuevo rumbo, como si la senda marcada desde el nacimiento para ambos se desvaneciera de manera lenta, pero irreversible. De manera progresiva las familias de ambos dejaron de preguntar o interesarse por la posible maternidad de ella, ocupando ese lugar los diversos nietos y bisnietos que iban apareciendo en la familia, fruto de las uniones de los hermanos de Germán y Blanca, con sus respectivas parejas. 
Llegado un momento, a los doce o trece años de matrimonio, a nadie pareció importarle el asunto, incluidos a los miembros del matrimonio, y estos pusieron todo su empeño en desarrollar su vida de la manera más plena posible. 
Germán tuvo alguna pareja ocasional, nada "serio" decía él a las personas que compartían su lecho, hasta que encontró a Fernando, de quien se enamoró como un adolescente, teniendo la suerte de ser correspondido. 
Blanca también también tuvo alguna relación ocasional, "hay que conseguir fuera lo que no se encuentra en casa" se decía, a las que añadía dos relaciones más largas. La primera duró cerca de un año y concluyó como lo hacen todas las relaciones, por el desgaste que produce aquello que no lleva a ninguna parte. La segunda, la actual, con Fernando, casualmente también se llamaba como la pareja de Sergio,ya había duplicado ese período de tiempo y parecía poseer todos los mimbres para seguir durante mucho tiempo. 
Ambos sabían de la existencia de los amantes de sus respectivas parejas, no por ellos, que habían pactado sin necesidad de palabras omitir todo aquello que ocurriese fuera del matrimonio, si no por el impulso que sentía cierta gente de su entorno, que solo pretendía sacar a sus amigos de la ignorancia. Aunque también podría hacerlo por la experiencia que produce proporcionar noticias desagradables, que pueden transmitir mucho dolor y sufrimiento; eso sí, siempre en nombre de la amistad. A veces resulta complicado discernir dónde comienza lo altruista y dónde lo mezquino.
Tras este primer paso de libertad consentida por ambos, algo volvió a moverse en esta ocasión hacia un abismo impensable.
Un domingo, tras la semanal comida familiar en casa de los padres de Blanca, ésta le propuso a Germán separarse de manera formal. En palabras de ella: "Poner negro sobre blanco lo que lleva tiempo ocurriendo en nuestro relación", porque "Quiero disfrutar de mi relación con Fernando mañana, tarde y noche". "Tú eres gay y tienes pareja, como yo. ¿Por qué no damos el paso y vivimos plenamente nuestras historias de amor o de lo que sea? Seamos felices", argumentó.
Él se sintió como Prometeo. Tras proporcionar el fuego de la tradición a la familia de ambos, ella le arrancaba el hígado, aunque aún desconocía si lo haría un día tras otros como ocurría en el mito.
Germán, tras el shock inicial, descartó esa posibilidad. No podía plantearse siquiera la opción de hacer pública su homosexualidad. "¿Te imaginas a un alcalde, a un maestro de los de toda la vida o a un empresario procedente de una familia bien reconociendo su homosexualidad en una capital de provincias como ésta? Imposible". 
Aunque él solo hubiese presentado una posibilidad, era plenamente consciente de que la respuesta podía contener dos variables posibles: en realidad sí importaba mantener las apariencias por su posición social o, también probable, el miedo que sentía ante la posibilidad de que en su círculo de relaciones se le señalase por su homosexualidad. O, lo más probable, podía existir una mezcla de ambas, no necesariamente repartidas de manera equitativa.
Ante la falta de respuesta a este argumento los dos permanecieron en silencio durante el resto de trayecto hasta casa y durante todo lo que restó de día.
Unos días después Blanca volvió a abordar el asunto en términos similares, logrando una nueva respuesta negativa de él. Obteniendo una respuesta idéntica las otras tres veces que ella le propuso el asunto durante el siguiente mes. 
Pasaron dos meses sin que ella le volviese a proponer, "por última vez", según sus palabras, una separación amistosa. "Yo no quiero nada", dijo. Por sexta vez él se mostró contrario a ningún tipo de arreglo, que implicase la disolución de su matrimonio. 
Unos días después, tras pasar la noche en un calabozo de la comisaría de Policía, se encontraba esperando sentencia. 
Todo resultaba kafkiano. Él, homosexual,  acababa de salir de la sala del juzgado, donde el abogado de su mujer y el fiscal habían pedido una orden de alejamiento de 50 metros y seis meses, junto con un pena de tres meses de trabajos a la comunidad, por haber vejado e injuriado a su pareja. Pena que estaba seguro le iban a imponer, porque la actual pareja de ella había corroborado que durante la última semana había sido testigo de como en dos ocasiones Germán se dirigía de manera inapropiada a Blanca, Lo más terrible de todo, es que él no podría destruir sus argumentos, pues en esos dos espacios temporales él si se encontraba con Fernando, pero con su amante, en un apartamento, que había adquirido hacía unos años, en un barrio de reciente creación, en el que habitaba su pareja extraoficial, pero real. Por nada del mundo quería hacer pública su homosexualidad. Prefería sufrir las consecuencias de una ley diseñada para perseguir la violencia de los hombres sobre la mujeres a hacer públicas sus preferencias sexuales. 
Ahora sí, no pudo evitar sentirse dentro de la cabina, aunque desconocía si se debía a la argucia utilizada por su futura exmujer, que le proporcionaría un lastre social difícil del que deshacerse, o a los usos y costumbres adquiridos en su entorno, que él  había perpetuado, dejándole indefenso ante esta falsa situación. 


martes, 10 de septiembre de 2024

LO ESENCIAL

Se abstrajo de la conversación una fracción de segundo y no pudo evitar dibujar una mínima sonrisa cuando consideró que todo lo realizado desde el principio, con  la única finalidad de satisfacer esa idea que le obsesionaba, devorándole con la pasión de aquello que resulta tan esencial como el aire que se respira, una y mil veces, por costumbre y por necesidad, había servido para cumplir un fin. Su fin único y primordial. Ahora, una vez satisfecho todo lo que anhelaba, se encontraba relajado ante ese momento, trágico y triunfal al mismo tiempo, de su existencia.

Había transcurrido mucho tiempo desde ese momento inicial, en el que comenzó a imperar la necesidad de saciar el deseo, que aún  sigue inserto en él, aunque de  manera más serena y asimilable, y no podía evitar sentir que todo lo ocurrido desde aquella época tan lejana había satisfecho todas sus expectativas. Poseía esa certeza. La certeza de saber que había tenido la capacidad de alcanzar lo más importante a lo que un ser humano puede aspirar en una sola vida. 

De manera inmediata, tras esa breve reflexión, volvió a atender el discurso de Elena, esperando no haber perdido ningún detalle importante de lo ella había dicho. 

- Cuando comenzamos esta aventura sólo éramos tú y yo. Casi nadie creía en nosotros. El desastre parecía ser nuestro único destino. Sin embargo, a pesar de los malos augurios, conseguimos crecer, aumentar el número de personas que se unió a nuestra causa, llegando a conformar una familia. ¿Te acuerdas Juan? - preguntó ella con la voz apagada.

- Nunca podré olvidarlo. Siempre tendré presente el día que te conocí - respondió él.

- ¿De verdad, Juan? Para mí resulta mucho más vívido el momento en que tuve mi primera experiencia, que compartí contigo, y como tú fuiste tremendamente comprensivo con todo aquello que sucedió - expresó Elena, mirando a su interlocutor con ternura.

- No albergo ninguna duda de que ese hecho creó entre nosotros un vínculo, diría que casi indestructible,  que dura hasta hoy en día - repuso ante la afirmación anterior realizada por parte de la mujer morena que seguía con la mirada fija en él. 

- Sí. Desde ese momento siempre hemos permanecido unidos, en pos de una empresa superior, que nos ha hecho mejores a nosotros y a todos aquellos que se han acercado a nuestra realidad - aseveró con una sonrisa enmarcada en sus labios carnosos pintados con una carmín de tono rojizo, que aún los hacían destacar más sobre esa cara delgada, tal vez en exceso.

- Catorce años han transcurrido desde ese momento y no me arrepiento de nada de lo que ha sucedido en todo este tiempo - apostilló Juan.

- Lo vi todo tan claro, que tras aquello supe a que iba a consagrar todos mis esfuerzos - afirmó con rotundidad, aún siendo su voz poco más que un hilo que se posaba con firmeza sobre aquella habitación donde se encontraban.

- Te conocía y no dudé que todo iba a ocurrir así - dijo él.

- Allí, frente a mí, se encontraba ella, la Virgen, invitándome a difundir su mensaje de amor. Hermosa, joven, transmitiendo la felicidad que falta a mucha gente en este mundo porque se han olvidado de creer y de vivir - explicó Elena, mientras un gesto de placidez se enseñoreaba de su rostro.

- Ese día cambió todo para nosotros - confirmó, asintiendo con mientras se mesaba su pelo cortado al cero para intentar ocultar una incipiente calvicie.

- En un principio apenas nadie creyó  en el mensaje que la madre de nuestro Señor me transmitió, pero ambos sabíamos que nuestro camino se encontraba marcado por esa aparición y por las posteriores, en las que me detalló progresivamente lo que debía transmitir a todo aquel que quisiera escuchar la Verdad - rememoró ella con la emoción de quien ha consagrado, de manera altruista, parte de su vida a un objetivo puro.

- Por suerte ese tesón sirvió para que se incrementara significativamente el número de seguidores de la buena nueva, hasta llegar a conformar la comunidad que hoy somos - detalló con su voz grave.

- En realidad, pienso que sin la intercesión de nuestra Sagrada Madre y tu habilidad para gestionar todo lo que ha ido ocurriendo; lidiando con los medios de comunicación incrédulos, que nos tildaban de estafadores o la gestión económica que nos ha permitido comprar un lugar donde reunirnos todos aquellos que compartimos el mensaje - agradeció sinceramente.

- Mi papel ha consistido en situarme junto a ti, para facilitar que puedas transmitir a la humanidad todo aquello que sientes y percibes - contestó con modestia el aludido.

- Aunque sé que la Virgen te ha puesto a mi lado para llevar a cabo su misión, creo que debo agradecerte todo lo que has hecho. Conseguir comprar esta finca, transmitir la Palabra por toda España, consiguiendo en todos los lugares a los que íbamos hoteles de calidad para alojarnos, a la par que te encargabas de alquilar locales para transmitir todo aquello que debe ser conocido, junto con las donaciones que has conseguido para construir el pequeño santuario donde adorar a nuestra bienhechora y otras muchas cosas que serían largas de contar-  contestó ella con un tono de voz que expresaba fatiga.

- Ahora debes descansar, se te nota agotada. El médico, del que reniegas, te ha recomendado que no realices demasiados esfuerzos y creo que, al menos en este caso, deberías seguir sus indicaciones - argumentó Juan con un tono que entremezclaba firmeza y dulzura en su voz.

- Sí, me encuentro cansada. Pero quiero agradecerte especialmente que me respetases, que solo tuvieses un interés en aquello que se debe transmitir, en el mensaje de amor de nuestra Madre. Has sido capaz de hacerlo incluso en aquellos momentos en los que se me presentaba Nuestra Señora y en los días posteriores, en los que me encontraba tan débil y, en ocasiones, confusa. Es en esos momentos en los que te sentía más cerca de mí, cuando más indefensa me sentía. ¡Gracias de todo corazón!-  respondió la mujer,cuyo rostro delataba un alto nivel de cansancio.

- No debes darlas. Duerme, es lo que necesitas. Ahora te traigo la infusión que tomas todas las noches y luego intenta descansar el mayor tiempo posible- dijo mientras se levantaba de la silla en la que se encontraba sentado mientras había discurrido toda la conversación. 

Mientras atravesaba la puerta, camino de la cocina, creyó escuchar de nuevo la palabra gracias.

Una vez solo, tras introducir una taza con agua en el horno microondas, procedió a aplastar una pastilla con la parte convexa de una cuchara sopera. Una rutina más, implantada desde hace semanas, como su infusión nocturna, su compañía o, dentro de no mucho, su ausencia.

Un pequeño sonido procedente del electrodoméstico indicó que ya habían transcurrido los dos minutos que había programado para que se calentase el líquido, procediendo a abrir la puerta y posar el recipiente sobre una mesa. Introdujo una bolsita, que contenía la infusión favorita de Elena, en el hirviente fluido, junto con los restos del fármaco que había reducido casi a polvo, moviéndolo con una cucharilla de café hasta conseguir que no se apreciase resto alguno de la desmenuzada sustancia blanquecina que hasta hace poco era un comprimido redondo.

en el trayecto de vuelta a la habitación donde se encontraba ella, con la humeante taza en la mano, pensó en cuán diferentes resultan las historias según quién las cuente. Él siempre había permanecido a su lado, incluso cuando los padres de Elena le advirtieron de su enfermedad mental, que le provocaba delirios con cierta frecuencia. Visiones que, con el paso del tiempo se convirtieron en recurrentes, girando todas sobre apariciones marianas, transmitiéndole mensajes que debía difundir al resto de la humanidad. Esta ciclópea misión se había convertido en el eje de la vida de esa mujer que ahora yacía exhausta  en la cama de la habitación a la que estaba a punto de llegar. Pronto advirtió que la única posibilidad de que ambos siguiesen juntos residía en compartir esa empresa. Él la amaba como solo resulta posible amar una vez en la vida, y hubiese hecho cualquier cosa por poder compartir cada día de su vida con ella. 

No le importaba cuidarla tras los episodios psicóticos en los que creía ver a la Virgen, asegurándose de que tomase la medicación, añadida a la ya habitual, que debía ingerir tras estas crisis. En el fondo, solo se trataba de añadir más fármacos de los habituales a las infusiones.

Como había dicho Elena, siempre la había respetado, jamás había intentado traspasar la línea carnal en su relación. Con la mera presencia de esa mujer en su vida le resultaba suficiente. Poderla ver, compartir ambos su tiempo, hablar desde la mañana hasta la noche. Pero ahora todo iba a mudar a un lugar desconocido, que quería apartar de su mente. Se limitaba a dejarse llevar, haciendo. Haciendo como ahora que acababa de aplastar ese comprimido de morfina que buscaba evitar el sufrimiento de su persona amada. Resultaba paradójico que esas alucinaciones marianas, que habían contribuido a poder estar junto a ella, ahora los, de manera inapelable los iba a separar. Cuando hace unos dos meses a Elena la diagnosticaron un tumor que se había extendido por varias partes de su cuerpo, ella había rehusado cualquier tipo de tratamiento médico y había confiado su sanación a la Madre de Dios, que la había guiado durante estos últimos años. Para él no había posibilidad de revertir esta decisión. Se limitaba a suministrarle sedantes, que conseguía a través de uno de los hermanos de la congregación, para evitar el dolor, que, por el momento, no parecía manifestarse de manera significativa.

Sabía que en unos días, como mucho dos o tres semanas, se despediría para siempre de ella y de todo lo que había constituido su día a día durante los últimos años. Abandonaría la congregación, alegando vagos motivos, sin aclarar la realidad: todas las apariciones eran el fruto de una enfermedad psiquiátrica de ella. No quería mancillar el nombre de esa persona a la que amaba y seguiría amando. No le importaba todo aquel pequeño imperio que había creado para que ella pudiese ver cumplido su cometido y para que él tuviese la oportunidad disfrutar de ella cada día. 

Cuando abrió la puerta del cuarto se difuminaron todos esos pensamientos. Miró hacia Elena, que tenía los ojos cerrados, y se quedó contemplándola de esa manera que solo pueden hacer aquellos que poseen la  consciencia de haber tenido la suerte en su vida de disfrutar de lo esencial para darla sentido. 

lunes, 15 de julio de 2024

UNIRNOS

El domingo 14 de julio del 2024 se recordará como un día de éxitos para el deporte español: fútbol, tenis, vela... Sin  embargo, leyendo alguna red social, uno considera que la importancia no reside en lo hecho por los deportistas en sus respectivas especialidades, si no en la opinión de ciertas personas y grupos, que utilizan el esfuerzo ajeno para lanzar al aire sus ideas, ocurrencias o lo que fuere que consideren oportunos. Lo curioso del asunto es que estos tipos o colectivos, que intentan sentar cátedra, no persiguen unirnos (ninguno de ellos lo quiere), si no separarnos para intentar lograr sus fines o imponer sus ideas.

 Vaya desde aquí que no creo que España sea muy diferente a otros países. En el fondo, y en la superficie,  las diferentes formas de pensar y de manifestarse resultan el mayor exponente de la diversidad, aunque, en ocasiones, sean el resultado del oportunismo más zafio y rastrero.

Vamos a meternos en harina y para hablaremos de uno de los temas estrella: el racismo. La extrema derecha de este país, abanderada por una pandilla de buscavidas expertos en no pegar palo al agua utilizaron el color de la piel de algunos jugadores para hablar y criticar la inmigración y a los inmigrantes, tratándoles de delincuentes y de recibir "paguitas". ¡Hombre! Que lo digan desde el partido que dirige Abascal, que lo más que sabe de trabajar es que se trata de un verbo y lleva tres vocales iguales, tiene su aquél. 

Es cierto que el porcentaje de inmigrantes en las cárceles es del 27% de total de los reclusos, siendo el tanto por ciento de personas venidas de allende de nuestras fronteras un 13% de la población española. Este dato per se no indica que ser inmigrante te predispone a delinquir, porque la gran mayoría se buscan la vida sin traspasar el umbral de la Ley. Simplemente, por cuestiones varias,  cuanto menos nivel material más posibilidades de acabar entre rejas tienes. Aunque en este aspecto, no conviene olvidar a personas encuadradas en mafias  provenientes del Este de Europa, que también viven privados de libertad por sus actos criminales. 

En España, una de cada cuatro mujeres presas es de procedencia gitana (unas 550 mujeres). Conviene aclarar que hay muchas menos mujeres condenadas y privadas de libertad que hombres. La relación aproximada es de una mujer encarcelada por cada diez hombres. El 7% de la población reclusa masculina son de etnia gitana (algo menos de 3.500), representando el total de los gitanos en nuestro país el 1,7% de la población total de España. Pensemos de nuevo que en total hay unos 725.000 españoles de etnia gitana y que el número de ellos que delinquen es mínimo también.

Parece interesante pensar por tanto que delinquir no es solo propiedad de colectivos, aunque exista un mayor índice de criminalidad en alguno de ellos por aspectos que aquí no voy a explicar ni sabría  explicar en su totalidad, porque, entre otras cosas, cada persona es un mundo.

Una vez hablado de los patriotas de hojalata, esos mismos que defienden a los empresarios, una parte de los cuales no dudan en contratar ilegalmente a inmigrantes sin papeles a cambio de salarios de miseria, fomentando esa inmigración ilegal que tanto critican, pasemos al bando de los progres, muchos de ellos igual de racistas, aunque lo intenten  ocultar.

Para empezar las personas no son racializadas. Las personas somos personas, a secas. Teniendo una serie de derechos por el mero hecho de serlo y de deberes. Si tienes que andar distinguiendo a la gente por su color de piel o procedencia eres un racista y un xenófobo. 

Personajes tan infumables como Irene Montero publico un tuit, camino del Parlamento Europeo, defendiendo a las dos personas "racializadas" que habían conseguido mediante sus goles que la selección de nuestro país hubiese  conseguido  acceder  a la final de la Eurocopa. Alguien le debió decir que el segundo gol lo marcó un sevillano blanco como la leche y borró el tuit que cierta gente capturó y publicitó. Ni había visto el partido ni le importaba nada más que su rollo progreguay, que le permite vivir del cuento (segundo político que aparece en esta entrada que no ha pegado palo al agua en su vida).

Por supuesto, existe entre los progres patrio (tipos de derechas que no saben que lo son) una tendencia a alegrarse por el éxito de una minoría de personas que pertenecen a lo que ellos llaman colectivos desfavorecidos. Por supuesto, se identifican inmediatamente con ellos, da igual que sea un futbolista, una jugadora de bádminton, o un deportista paralímpico por su esfuerzo por salir de no sé que lugar. Queridos cretinos, para mí tiene mucho más mérito quien trabaja en una casa cuidando dos ancianos por 900 euros (he conocido hace poco a una persona sudamericana que trabaja en esas condiciones) y encima manda dinero a casa, el tipo que juega al bádminton, no es bueno y se esfuerza un montón o el deportista paralímpico que no va a llegar a ninguna final olímpica y se sigue esforzando por el mero hecho de practicar deporte. 

Mucha de este gente progre no se relaciona regularmente con personas que pertenecen a esos colectivos que tanto defienden. Desconocen que muchos gitanos no pueden ver a los "moros", que una parte de los sudamericanos desprecian a los gitanos y a los moros y que una parte de los marroquíes rechazan lo español y, en ciertos casos, eso se lo transmiten a sus hijos.

¿Qué cómo se eso? Porque nací en un barrio donde vivían muchos gitanos, he trabajado con ellos, al igual que con marroquíes y lo de los sudamericanos tengo constancia porque he tenido trato con ellos en otros ámbitos. El racismo no resulta algo exclusivo de los blancos, pero estos progres, cuya relación cotidiana con esas minorías suele ser inexistente o casi, lo desconocen.

Me gustaría abordar el siguiente aspecto: los nacionalistas regionales ofendidos. Sus ideas son respetables, aunque me parezcan supremacistas, de derechas y, como el caso de Junts con los MENAs de extrema derecha en algunos momentos. Cada cual puede tener las ideas que desee, pero lo que me molesta es esa pléyade de paletos que atribuyen a todas las personas que se alegran por el triunfo de la selección unas características despectivas. De igual manera que me irrita esos otros que aprovechan el triunfo de un conjunto de deportistas de su país para ofender a los nacionalistas regionalistas. Unos y otros son la chusma. El fútbol en el nivel profesional es un espectáculo que debe servir para unir o, al menos, para no generar más problemas, pero en este país se utiliza para atizar al facha patriota que tiene las mismas ideas fachas y patriotas sobre otro terruño. Los mismo perros con distinto collar, buscando la separación. 

Luis de la Fuente merece mi admiración por casi todo lo ocurrido en su período como seleccionador. Ha conseguido llevar  a un conjunto de jugadores a lo más alto, a pesar de una prensa futbolística (no son periodistas deportivos la mayoría de ellos porque solo hablan de fútbol, del que en muchos casos no tienen ni idea) que le zarandeó al inicio de su andadura sin ningún motivo deportivo para ello. Sobre sus declaraciones, cada cual puede decir lo que siente y piensa, ya lo he repetido en esta entrada, y se puede discrepar, con argumentos sobre ello, no con insultos. La prensa futbolística ha mostrado ser, una vez más, una panda de gañanes necesitados de llenar espacios de televisión, radio y periódicos, creando falsas polémicas para ocultar lo absurdo de su cometido, que hace mucho tiempo dejó de ser informar. En los medios de comunicación sale mucho muy económico una tertulia de gañanes que simulan discutir, proporcionando réditos interesantes a esos medios. Cada cual se gana las lentejas como puede, unos con dignidad y otros con mucha menos dignidad. 

Escribí que no coincidía con algo con el riojano en algo y ha sido en lo dicho el domingo, no todos los que luchan consiguen sus sueños. Ese mensaje tan capitalista suele ser mentira. La prueba la tenemos en que las selecciones de Alemania, Francia o Inglaterra también han luchado duro, pero no han conseguido su meta.

Sobre la aparición del Borbón y su hija a la hora de disfrutar del éxito, aclarar que si no existiese la monarquía no habría estado allí, pero mientras no haya una república la Jefatura de Estado reside en Felipe y es el máximo representante de España.

No voy a dedicar mucho espacio a  bobos que han publicado tuits en los que se podía leer que a Carvajal no le iban a dar un beso y chorradas por el estilo. Prefiero centrarme en la gran cantidad de personas de este país que se llevaron, nos llevamos, un alegrón por la victoria de la selección española. Personas que sabemos que este hecho no va a solucionar nuestras vidas, ni nadie lo pretende, pero ha conseguido que durante unas horas o un par de días, que muchos de los que habitamos esta piel de toro nos sintamos identificados con unos jóvenes y un seleccionador, uniéndonos en algo, posiblemente intrascendente, en vez de separarnos, como otros muchos pretenden hacer incluso en estos momentos. Y tal vez en unirnos resida el secreto, no en separarnos como una parte de la chusma de la que he hablado pretende. Unirnos no por una patria. Unirnos por una Sanidad mejor, por una Educación mejor, por una vivienda asequible, por....

Un saludo.